Novelas > Novela: LA CULPA ES DE D.I.S.N.E.I.

Novelas


LA CULPA ES DE D.I.S.N.E.I.
Una comedia romántica fresca y divertida tan real como la vida misma.

SINOPSIS:

¿Cuáles son las claves para entender a los hombres?

Esa y otras muchas preguntas son las que Blanca y sus cuatro amigas se hacen cada día. Entre ellas existe una estrecha relación, donde las confidencias, la lealtad y la sinceridad rigen sus vidas. Entradas en la treintena y afianzadas laboralmente, todas, excepto Clara que está felizmente casada, ansían encontrar ese amor que las haga sentir especiales, con el que tanto han soñado.

Un flechazo acertado hará que Blanca se enamore de Fuentes, el nuevo compañero que llega para cubrir una baja en el instituto donde ella trabaja.  Pero nuestra protagonista no tardará en aprender que no todos los flechazos comienzan con buen pie, y que los cuentos no son como los pintan. ¿Vencerá el amor, o lo harán las dudas de ella acerca de él y su pasado?

La culpa es de D.I.S.N.E.I. es una novela escrita con grandes toques de humor, con mensajes positivos, y, como la vida misma, con un poco de misterio.

 

FICHA TÉCNICA:

Fecha de publicación: 1ª edición... 15/12/2015 (Zafiro-Grupo Planeta). 2ª edición: 2018. 3ª edición: 06/06/2021 (auto-publicada).
232 páginas
Idioma: Español
ISBN: 978-1728993874
Presentación: Epub y papel
Colección: Romántica






IMÁGENES
FAN ARTS La culpa es de D.I.S.N.E.I.
15/12/2015
PRESENTACIÓN de La culpa es de D.I.S.N.E.I. en Biblioteca Salvador García Aguilar
21/10/2015
OPINIONES de los lectores La culpa es de D.I.S.N.E.I.
15/12/2015


Lee el primer capítulo

1

Capítulo 1

 

Cuando miro hacia atrás, me da vértigo. No es que ahora esté muy arriba, pero es que antes estaba muy abajo. Y no estaba sola, mis locas amigas me acompañaban en el camino. Para echarnos de comer aparte. Pero, como todo en la vida, las cosas tienen su tiempo, su espacio y su modo de ocurrir.

Hoy he quedado con Pamela, una de las chicas. Ave, Clara y Lucía hoy no han podido venir. Casi siempre quedamos en la misma cafetería; nos encanta dónde está ubicado y que sepan lo que queremos tomar. Sí, esa soy yo, la mujer más práctica del mundo, pero no me negaréis lo cómodo que es llegar a un local y que, con tan solo saludar al personal, al que llamo por su nombre, poder centrarte en el único objetivo de buscar la mejor mesa con las mejores vistas. Y es que adoramos ese atardecer, esos frondosos árboles, esas selváticas palmeras, esos hombros pegados a una enorme y perfecta espalda del tío con el polo negro de la penúltima mesa... Uf, ¡cómo nos gusta este sitio!

Me quedan cinco minutos, y mato el tiempo dando color a mis agraciados labios, mientras suena en mi móvil la canción Color of my lips[1], de Omi. Me recreo con mi carmín rojo de Chanel, pues estoy segura de que Pam (así es como nosotras la llamamos), para variar, llegará tarde; la puntualidad nunca fue su fuerte, cosa que me exaspera de una persona. Pero a las amigas se las quiere tal y como son, así que me contoneo mientras hago mi ritual frente al espejo.

«Mierda, me he salido del labio». Normal, si no paro quieta. Rápidamente me echo a reír, pues la culpa no ha sido mía, ha sido de Omi.

Una vez solucionado el rítmico accidente, me dispongo a salir, cuando me suena el móvil. Es un wasap de Pam diciéndome que ya sale.

«A buenas horas mangas verdes», pienso al leerlo.

Como si de una peli se tratase, ambas llegamos al mismo tiempo a nuestro local favorito. Hace un día precioso y, tras los saludos, decidimos salir a la terraza. En apenas unos segundos, Joan, nuestro camarero favorito, llega con sus contoneos hasta nosotras, con una repleta bandeja en la mano.

«Un día de estos la tira, fijo». No puedo reprimir una sonrisa al pensarlo.

—Aquí tenéis, chicas, los cafés y los vasos de agua bien fresquita.

—Gracias, perla —responde Pam.

—Gracias, Joan —murmuro yo, todavía con la sonrisa en la cara.

—De nada, mis niñas. Si queréis algo más, ya sabéis dónde estoy —nos dice mientras se gira para volver a la barra de dentro, con un estilo que ni la mismísima Cindy Crawford.

Joan es un encanto. Es hijo de padres catalanes, más joven que nosotras, tendrá unos veintipocos años. Adora su trabajo y, sobre todo, poder atender a los macizotes asiduos a la cafetería. Como él mismo suele decir: «alguno caerá algún día».

—Blanca, ¡lo que tengo que contarte hoy! —me comenta Pam en cuanto nos quedamos a solas.

—Soy toda oídos —respondo mientras doy vueltas con la cucharilla a mi café y me embriago con su olor, uno de los mejores del mundo, sin duda.

—¿Recuerdas el último chico que conocí hace dos semanas?

—¿Cuál de ellos? —cuestiono alzando levemente los hombros.

—El camionero.

—¿El morenazo de metro ochenta?

—Ese mismo —me aclara—. Pues verás —continúa—, por motivos de trabajo, él viene cada tres días, y apenas hemos podido vernos. Pero la tensión sexual que tenemos es muy grande, ya sabes cómo me ponen los morenos.

—¡No me había dado cuenta! —me mofo.

—¡Qué pava! —me suelta dándome un suave golpe en el brazo—. Bueno, te sigo contando. El caso es que anoche estuvimos hablando mucho tiempo, la conversación fue subiendo de tono, una cosa llevó a la otra y…

—¿Y? —pregunto al ver que no acaba la frase.

—Que acabamos haciendo sexo telefónico —murmura simulando sonrojarse mientras se tapa la boca.

—¡Toma moreno!

—Sí tomé, sí —aclara poniendo los ojos en blanco, y añade—: Ay, Blanca, no sabes cómo me puso. Tenía a las niñas acostadas, y allí estaba yo, dándolo todo en mi dormitorio, dejándome llevar por su voz y jugueteando con… Dios, ¡cuánto saben estos hombres!

—Sí saben, sí —apunto recordando mis últimos escarceos.

—Pero le pasó como a todos, no aguantó ni dos minutos —aclara con una divertida mueca que nos provoca la risa a ambas. Nuestras carcajadas son tan sonoras, que nos ganamos las miradas de los que están en las mesas contiguas.

—¿Qué les das? —le pregunto aún con la sonrisa en los labios.

—No sé si soy yo, o el ojo que tengo para elegirlos, pero el tema es que apenas empezaba yo, el señorito ya casi había acabado.

No puedo evitarlo y acabo descojonándome delante de ella. La pobre tiene un imán para «hombres veloces»

—En serio, Blanca, ya no sé qué hacer —me confiesa—. Necesito un hombre que me dé lo que necesito, cariño, mimos, un bienestar, un buen sexo, que esté muy bueno, y ya puestos, que sea moreno, alto y con los ojos verdes.

—¿Ciencia ficción? Sí, arriba en la tercera planta —me burlo simulando ser una bibliotecaria dando indicaciones a una lectora perdida.

Las dos volvemos a reírnos abiertamente, tanto, que ya ni nos miran. La gente suele hacerlo cuando nos toma por locas, y acaban ignorándonos.

Adoro a mis amigas, y sé que ellas también a mí. Nos solemos contagiar las unas a las otras nuestras ganas de vivir, lo cual venero. Siempre nos contamos nuestras historias con humor, con ese toque picante y sacándole el lado positivo a todo. Aunque, lo cierto y verdad, es que todas queremos lo mismo: ese hombre perfecto al que admirar y respetar.

En mis sueños imagino a un hombre alto, castaño, de ojos azules, con espalda ancha y brazos fornidos. Un hombre que me trate como a una princesa, que sea educado, con buena presencia, que me haga reír, que sea cariñoso y, por supuesto, un buen amante. Vamos, lo que viene siendo un HOMBRE. O, más bien un alien porque, a no ser que lo lea en un libro o lo vea en una película, por la calle, a día de hoy, aún no me he cruzado con ninguno. Y mis amigas tampoco.

Clara es la única del grupo que está casada; ella nos da consejos y opiniones que, como casi siempre, solemos ignorar. Lucía, como yo, está soltera, pero ella tiene un amigo especial; no quiere que le llamemos novio, nos lo tiene prohibido. Avelina, Ave para nosotras, es divorciada y con un niño. Pam también se divorció hace tres años y tiene dos niñas. Ambas son verdaderas supervivientes, criando solas a sus respectivos hijos y trabajando para sacarlos adelante. Las cinco, cada una en su batalla particular, somos luchadoras, aunque juntas es cuando somos realmente fuertes, gladiadoras capaces de todo que combaten unidas cuando las contingencias nos miran de frente.

Pam y yo seguimos hablando de nuestras historias en la cafetería. Le cuento la conversación que tuve con el guapo de mi vecino el otro día. El chico está de pan y moja, pero es más tonto que mandarlo a hacer, es lo que yo normalmente llamo un viceverso, chicos que dedican el noventa por ciento del tiempo a cuidar su cuerpo, porque el otro diez por ciento lo gastan en mirarse al espejo.

—Pero están muy buenos, Blanca —aboga la ultra-defensora de los hombres impecables—. Son tíos de revista.

—En eso tienes razón, sirven para posar y no abrir el pico, porque cuando lo hacen la cagan.

De nuevo en la terraza resuenan nuestras carcajadas, que son interrumpidas por la llegada de Joan.

—Contadme ahora mismo a qué viene tanto cachondeo, que me tenéis en ascuas —nos exige con su tono más afeminado, ese que suele usar solo con nosotras.

—Lo tuyo es puro marujeo, Joan —se mofa Pam, sin poder parar de reír.

—Chicas, ya sabéis que lo mío es obtener sabiduría. Venga decidme de qué buen mozo estabais hablando. —El tío nos conoce, pero bien.

—De mi vecino Mario, un tío increíblemente guapo, a la par que tonto —le aclaro a sabiendas de que querrá saber más—. No es para ti, mi amor.

—Ya me estás enseñando una foto —me exige ofreciéndome la palma de la mano.

—¿Para qué quieres verlo, si no merece la pena? —pregunto mientras agarro el móvil.

—Niña, ya sabes cómo es mi pasión por la cultura, y un adonis no me lo pierdo por nada del mundo.

Busco la foto del perfil de wasap de Mario, y se la enseño.

—¡Virgen del Pompillo y de la teta al hombro! —suelta Joan nada más verla. Tiene los ojos abiertos como platos y por un momento temo que se le vayan a salir de las órbitas—. ¡Qué hermosura de hombre, y yo con estos pelos!

—Tú estás muy guapo, pero él es muy tonto, así que olvídate —enfatizo en un tono afable para que desista.

—Blanca no le digas eso —me riñe Pam—. Se está culturizando.

Esta vez somos los tres los que reímos abiertamente. ¡Todo sea por la cultura y el arte!

De pronto mi móvil y el de Pam suenan al mismo tiempo, y Joan me lo devuelve. Es un mensaje del grupo de las chicas. Clara, nos pide que vayamos a su casa esta misma noche a las diez, al parecer tiene algo muy importante que decirnos, y nos ruega que vayamos todas. Pam y yo nos miramos, y acto seguido contestamos a nuestra amiga:

«Allí estaremos».







García de Saura

Autora Novela Romántica





Email: info@garciadesaura.com

www.garciadesaura.com


GrupoPlaneta








Copyright © 2017 García de Saura